sábado, 11 de octubre de 2008

El buen entendedor... se hace pendejo.

Un indigente sentado en la banqueta extiende la mano a un transeúnte y le dice: "Una ayuda, por favor". Éste, con amabilidad, le dice que sí y tomándolo de la mano le ayuda a levantarse. Finalmente el transeúnte sigue su camino y el indigente, frustrado, grita: "Gracias... ¡imbécil!".

2 comentarios:

David Navarro dijo...

Un día le dije imbecil a un indigente pobre diablo, no pudo darme una razón por la cual yo debía darle dinero.

Saludos!!

Alfredo Lucero-Montaño dijo...

Para "sin mensaje poético"

Desde la asimetría social y económicamente real, la imagen del indigente sentado en la banqueta extendiendo la mano en señal de ayuda revela la dignidad del otro como demanda, exigencia, esto es, el reconocimiento de su dignidad envilecida, mutilada. Este es el principio de universalidad ética. La universalidad es el grito del hombre regateado, mutilado, en su dignidad y, dialécticamente, la respuesta, la acción, a ese grito. No hay sujetos morales auténticos más que como respuesta a esa demanda. Lo demás es "esquizofrenia moral".

Saludos